febrero 02, 2009

Suicidio interrumpido con un final aun victorioso (para el suicida)

El asunto era tomar el valor.
El temor era no creerme capaz.
Tarde o temprano tendría que tomar la grave decisión, pero lo que me faltaba era el valor.
No creía que podía, tenía que poder, tenia que ser capaz, ser fuerte, ser poderoso….
El único problema era dar el gran paso, el paso de la seguridad del éxito del cometido. Yo podía. Yo podía; mi mente repetía que lo lograría, que tomaría el toro por los cuernos, que yo sería el dueño de ese futuro… pero algo me detuvo y aun así el destino me dio un pequeño empujoncito… sonó el pito para cerrar las puertas y la masa angustiada por adherirse al metro tren se agolpó empujándose precipitadamente.
Sin medir espacio ni reacción me vi lanzado entremedio de dos vagones donde mi cuerpo se descuartizaba entre los gritos de la gente.
No los creo asesinos, pero hubiera preferido hacerlo solo.

enero 22, 2009

Amores de embarazo no deseado


Un temblor glorioso, sudor frío por la espalda. Un estertor de algarabía. Una mano contra la otra, un te amo a los ojos, un temblor descontrolado y un grito de placer.

Un condón roto, miles de espermios en un útero jovial, una mirada congelada y ahora dos cuerpos desnudos uno a kilómetros del otro separados por una cama vacía.

Una piel inconsciente busca de espaldas a la otra que llora, un “te amo, no paso nada”, un alma abierta con temor, impertinencia perruna, sed de seguir, una cachetada.

Hijo de puta.

Quince días de espera, un test. Rostros acusatorios, una búsqueda de abrazos, pánico y el pelo suelto sobre la cara, silencio. Un “tu me dijiste…”, un “yo no creí…”, un no puedo a los ojos.

Un arañazo de uñas pintadas, unos pasos alejándose.

Una mujer sola.

Una llamada telefónica, un mes de vida.

“aló? … te amo”

Una mirada hacia atrás, el recuerdo de unos ojos de mujer, un nudo en la garganta, un llanto de bebé al otro lado.

“yo también…”

Una mano que cuelga la línea, dos meses del teléfono descolgado, un hombre inubicable. Un padre ausente, un niño huacho, una joven amamantando, una madre desesperada, un amor mal concebido.

Los árboles brillan verdor con el viento, un parque de ensueño, una joven, un bebé, lejos dos novios, un vistazo de reojo, un golpe al corazón, un beso de traición. Pasan a su lado y alcanza a oír un te amo a los ojos de otra.

enero 13, 2009

"Los Errantes"


Una ducha no le vendría nada mal, hace seis días que no separa el pie del acelerador....

frena con estruendo frente una bencinera, le recueda las frías curvas de la muchacha con la que durmió hace tres días en un desvencijado motel de carretera. bailaba con la sutileza de las noches de su ciudad natal, pero con la brutalidad de lo inalcanzable; lo miraba perrunamente con la boca entreabierta y sin decir palabra se escabullía por su cuerpo enpolvado por el camino. delgada y enclenque se olvidaba de sus caderas que no respondían a ninguna orden que les indicara detenerse, delgada y enclenque frotaba su humana miseria contra una ilusión rota. llevaba en los ojos la dureza de una reina y en el cuerpo la malicia de una callejera... era una diosa del desierto pasajero de las mentes solitarias y los cuerpos sedientos de alguna distorsión de color para entibiar sus corazones.
Se quitó las gafas tornasoladas luego de estacionar el auto, un vergonzoso café al paso le abría las puertas de par en par para ventilar las toxinas de la comida en putrefacción. pidió un vaso de cerveza, disputó con la huesuda mesera quincuagenaria que fuera fría, pero fue en vano; nada en ese lugar en medio del desierto se concervaba...
aspiró sin ningún temor el polvo lleno de llanto sobre el mesón. el lugar estaba muerto desde antes de ser construido. tomó el vaso y salió sin oír los gritos del personal, se sentó en el suelo apoyado en su auto, oculto del sol por la sombra proyectada .
Bebió.
Atardecía sin ningún respeto por la tristeza de los comensales del lugar, uno a uno fueron desapareciendo los autos estacionados, uno a uno se fueron entrelazando los puntos brillantes en el cielo, enmarañandose hasta formar una densa capa de obscuridad nocturna; recién entonces terminó su cerveza. devolvió el vaso y sin haber dicho ninguna palabra desde su llegada regresó al auto con la melancolía de un viajero sin causa, de un paria voluntario, de la madurez de los golpes del viento, de la soledad fortalecida.
La viejecita del café sacó de abajo del mesón una libreta, tachó una nueva línea y anotó una cifra al lado "cierra el local Carlos, ahí va el numero cien... saca las flores negras"