enero 13, 2009

"Los Errantes"


Una ducha no le vendría nada mal, hace seis días que no separa el pie del acelerador....

frena con estruendo frente una bencinera, le recueda las frías curvas de la muchacha con la que durmió hace tres días en un desvencijado motel de carretera. bailaba con la sutileza de las noches de su ciudad natal, pero con la brutalidad de lo inalcanzable; lo miraba perrunamente con la boca entreabierta y sin decir palabra se escabullía por su cuerpo enpolvado por el camino. delgada y enclenque se olvidaba de sus caderas que no respondían a ninguna orden que les indicara detenerse, delgada y enclenque frotaba su humana miseria contra una ilusión rota. llevaba en los ojos la dureza de una reina y en el cuerpo la malicia de una callejera... era una diosa del desierto pasajero de las mentes solitarias y los cuerpos sedientos de alguna distorsión de color para entibiar sus corazones.
Se quitó las gafas tornasoladas luego de estacionar el auto, un vergonzoso café al paso le abría las puertas de par en par para ventilar las toxinas de la comida en putrefacción. pidió un vaso de cerveza, disputó con la huesuda mesera quincuagenaria que fuera fría, pero fue en vano; nada en ese lugar en medio del desierto se concervaba...
aspiró sin ningún temor el polvo lleno de llanto sobre el mesón. el lugar estaba muerto desde antes de ser construido. tomó el vaso y salió sin oír los gritos del personal, se sentó en el suelo apoyado en su auto, oculto del sol por la sombra proyectada .
Bebió.
Atardecía sin ningún respeto por la tristeza de los comensales del lugar, uno a uno fueron desapareciendo los autos estacionados, uno a uno se fueron entrelazando los puntos brillantes en el cielo, enmarañandose hasta formar una densa capa de obscuridad nocturna; recién entonces terminó su cerveza. devolvió el vaso y sin haber dicho ninguna palabra desde su llegada regresó al auto con la melancolía de un viajero sin causa, de un paria voluntario, de la madurez de los golpes del viento, de la soledad fortalecida.
La viejecita del café sacó de abajo del mesón una libreta, tachó una nueva línea y anotó una cifra al lado "cierra el local Carlos, ahí va el numero cien... saca las flores negras"

1 comentario:

  1. amiga, yo siempre supe y sé lo tan buena que eres para escribir, nos hemos distanciado demasiado e igual me enseñabas buenas cosas, estuvimos en las buenas y en las malas, hemos llorado juntos
    eso amiga te quiero mucho
    un besote, adios =)

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